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Se murió Francisco, el papa argentino

A medida que nos alejamos del día de su muerte, este lunes a las 7.35, la figura de Francisco se agiganta y sobresalen sus ideas, sus ocurrencias, los mensajes y frases que dejó para el recuerdo. Jorge Bergoglio era un argentino hasta la medula, pícaro, gracioso y muy inteligente. Deja como legado un papado bondadoso, que intentó rescatar el humanismo en un mundo dominado por un capitalismo salvaje y cruel

Pasan los días y su recuerdo se agiganta, comienza a cobrar un halo celestial su figura, hoy es el argentino más famoso y venerado. Estos honores, después de fallecido, alimenta esa sensación de que la humanidad no aprovechó su sabiduría cuando estaba vivo. Le pasa a la mayoría de los celebres argentinos que dejan este mundo para entrar en la inmortalidad. Incluso su muerte fue distinta a la de otros Papas. Francisco salió al balcón de la Capilla Sixtina a saludar a miles de personas que estaban en la Plaza pocas horas antes de morir. Aceptó la invitación de Massimiliano Strappetti, su asistente personal de salud y enfermero de confianza. Tras dar la bendición «Urbi et Orbi», Francisco recorrió la plaza en el papamóvil, mostrando su deseo de estar cerca de los fieles, el domingo de Pascuas.                 

Ese domingo también se reunió brevemente con el vicepresidente de los Estados Unidos, JD Vance, en un gran esfuerzo que mostró su voluntad de ejercer la labor pastoral hasta el último de sus días.

«No puede haber paz sin libertad de religión, libertad de pensamiento, libertad de expresión y respeto por las opiniones de los demás», fueron sus palabras, el domingo de Pascuas, donde también pidió el cese del fuego en Gaza. Sumó ante el vice de Donald Trump una crítica por el «desprecio» a los migrantes.

El jueves santo visitó la cárcel de Regina Coeli y se rodeó de reclusos para compartir un momento de reflexión en la celebración Pascuas, uno de los rituales que hizo tradición y que fue un reflejo de su papado.

Muchos dicen que este Papa cambio la iglesia, era un jesuita, no son muy queridos por la iglesia conservadora del Vaticano. Con su papado Iglesia Católica, se alejó a esta postura cerrada para aceptar a los pobres y tener una actitud más abierta con las mujeres y los homosexuales.

Los viajes de Francisco a países del tercer mundo mostraron al mundo sus objetivos de instalar una iglesia que vuelva a sus orígenes sociales para recuperar el lugar como el refugio de los postergados.

Era simpático, hacia chistes, tenía humor y manejaba el sarcasmo con inteligencia, su mirada picara enamoraba a los que los visitaban, pero también mostraba su peor rostro cuando se sentía obligado a recibir a algún mandatario que percibía que era despreciable. Le pasó con Mauricio Macri, la primera vez que lo visitó. Los despidieron todos los líderes mundiales desde Donald Trump hasta Vladimir Putin, pasando por Emmanuel Macron, Pedro Sánchez, Giorgia Meloni, Lula da Silva, Claudia Sheinbaum y otros.

Con una mirada bastante peronista, aunque no se sabe si esta ideología era su elección, sufrió en Medio Oriente una de sus mayores frustraciones, no pudo evitar el descontrol total del conflicto de la Franja de Gaza que derivó en una masacre, que aun continua, perpetrada por Israel, que denunció hasta el final de sus días y le mostro desagrado y antipatía hacía el gobierno de Benjamín Netanyahu.

Con su estilo bonachón y humilde, Bergoglio se reveló como un prelado agudo y profundo durante la Conferencia Episcopal de Aparecida, Brasil, donde estuvo a cargo de la redacción del documento final, que hasta el día de hoy es considerado un texto clave de la nueva Iglesia.

“La inesperada decisión de Ratzinger de renunciar a su papado, permitió el acceso de Bergoglio al trono de Pedro, posibilitando además la increíble situación de tener dos papas vivos conviviendo en el Vaticano. Desde el inicio de su papado Bergoglio buscó quitar a la Iglesia de boato y acercarla a los más humildes. Rechazó vivir en el Palacio Vaticano y se acomodó en la más sencilla residencia Santa Marta. Era su estilo de vivir, cuando era cardenal primado de la Argentina solía trasladarse en Subte y vivía en un dos ambientes.

Como buen jesuita enfocó su papado en los países más postergados. Trató de sanear las finanzas del Vaticano y libró una dura batalla contra los factores de poder más recalcitrantes de la Iglesia. No era tímido a la hora de ejercer el poder y en los últimos años se encargó de acelerar el nombramiento de obispos, en un intento por modelar la Iglesia que lo sobrevivirá. Más dolorosa fue su pelea contra la larga historia de abuso de curas y obispos. Evitó demonizar a los homosexuales y fue abierto con las mujeres.

«A pesar de diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí», escribió Javier Milei, que antes de ser presidente insultaba a Francisco y hasta lo llamó el «representante del Maligno en la Tierra». Francisco no lo se vengó de aquel insulto, sabia de quien venia, lo perdonó y lo recibió con una sonrisa.

Al inicio, Cristina Kirchner tuvo frialdad y distancia por la pelea que había tenido años antes con el entonces cardenal. Pero luego fue ferviente seguidora y lo visitó varias veces en el Vaticano.

Con Mauricio Macri fue frio y le puso cara de perro en su primera reunión. Con Alberto Fernández el vínculo comenzó muy bien, pero duró poco porque promovió la legalización del aborto. El gesto inicial del Papa hacia Milei dejando de lado los insultos parecía encaminar la relación, pero los últimos meses se enfrió y el gobierno mostró una actitud muy distante durante la internación de Francisco.

Se fue Francisco, el papa argentino que no visito su país natal, habrá tenido sus razones y serna un secreto por siempre. Un tipo como Bergoglio siempre las tiene, como buen porteño dejara su legado en cientos de frases inteligentes, cariñosas e irreverentes. Recuerdos y esa sonrisa pícara que nunca olvidaremos. Argentina le dio un papa al mundo, uno de los queridos, cuyo valor se podrá sopesar con el paso del tiempo, un tiempo muy valioso que no supimos valorar.

Fuente. La Política Online   

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