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A 20 años del infierno en “Republica de Cromañón”  

“Cromañón”, 20 años después es una forma de reflexionar sobre los errores y las actitudes humanas que provocaron la mayor tragedia en la historia del rock argento. Se podría haber evitado y si, como muchas tragedias que dejaron huella en la historia, pero eso no pasó. La secuencia de negligencias, corrupción de funcionarios, imprudencia del que lanzó aquella bengala. Hubo condenados, pero las secuelas quedan y olvidar se hace difícil.

El que escribe estas líneas tenía 50 años en aquel diciembre de 2004 y mis días de rock habían terminado cuando pasé los cuarenta. Soy parte de una generación que consumía recitales, pero estos eran distintos. Había música y músicos exquisitos, festivales a cielo abierto como los BARocks, o cines repletos, como el Gran Rex, de jóvenes que deliraban al escuchar letras cargadas de poesía de bandas antológicas.  

La Pesada del Rock de Billy Bond produjo un hecho violento cuando el histórico cantante mandó a destrozar el Luna Park el 20 de octubre de 1972, para emular en la acción el gran tema de rock de los sesenta de los uruguayos, los Shakers, imitadores de los Beatles, “Rompan todo”. La reacción de los jóvenes fue la respuesta a la irrupción de la Policía en el recital de la Pesada.  

Éramos hippies argentinos que mezclábamos la paz y el amor con la protesta y la revolución. Rara mixtura argenta, como todo lo que hacemos los argentinos con la biblia y el calefón. Pero el rock era sagrado y los pibes   no se morían de a centenares en un recital.

Pero ese rock cambió

En los primeros años del nuevo milenio, los jóvenes floridos devinieron en seguidores del Punk y más tarde el rock “chabón”, era el «rock barrial» que no llegó a ser un género musical, sino una respuesta a la difusión de la cultura rock en una población de clase media empobrecida material y culturalmente, cuyas formas de pensamiento estaban más cercanas a las clases populares que, hasta ese momento, eran ajenas al rock. Nació a mediados de los años 90, las canciones contenían letras que abordaban temas relacionados con la juventud de los barrios obreros. “Usaban jerga callejera y el público se expresaba con banderas (trapos) como en una cancha de futbol, con abundante consumo de cerveza bengalas para expresar su adhesión a determinada banda.     

“El calificativo de «chabón», proviene del lunfardo y se refiere a «joven». Sirvió para describir a un nuevo público, que hizo de los códigos de la esquina, la tribuna de fútbol y el aguante sus principales banderas una forma de expresión”.

Así de esta forma ese rock llegó al boliche, “República de Cromañon” que antes era una bailanta de música tropical. Su creador el empresario Omar Chaban, era precedido de un boliche antológico del movimiento “undeer” de los ochenta, “Cemento” ubicado en el barrio de Constitución.              

“El cultivo de una forma festiva inspirada en el punk y el fútbol (las banderas, los cohetes, el pogo) en un lugar cerrado, mal preparado para soportar igniciones y deficientemente dispuesto para la emergencia, provocó un incendio y la muerte de 194 jóvenes que habían asistido al recital que brindaba uno de los grupos que practicaba el género, el 30 de diciembre del 2004. El lugar se llamaba “República Cromañón” y la que fue una de las mayores catástrofes urbanas que haya vivido el país llevo su nombre. Las culpas son conflictivamente atribuidas a las autoridades, a los empresarios, a los músicos y, como veremos, al “rock chabón”, escribió en su análisis el sociólogo- antropólogo, Pablo Seman.

20 años de aquella noche fatídica

Recuerdo que mi hijo Ramiro había estado en el Boliche República de Cromañon, ubicado en el barrio de Once, el sábado anterior a la tragedia. Me contó que el boliche era muy cerrado, faltaba el aire cuando se llenaba de gente y que se había destinado un baño para que funcionara como una suerte de guardería para los hijos de las fans de las bandas que se presentaban.  

Este 30 de diciembre se cumplen 20 años de la tragedia más dolorosa que soportó el rock. 194 muertos, en su mayoría pibes, la convierte en la mayor en la historia de la Argentina. Aquel fatídico hecho dejo sobrevivientes que relatan sus historias, vidas adolescentes que hoy cuentan con casi cuarenta años y tienen un relató con imágenes de aquella noche que no olvidan. Novios/as que arriesgaron su vida para salvar al otro/a, amigos que no están, hermanos que fallecieron tomados de la mano, amores truncos por la muerte. Horror, negligencia, corrupción y falta de control del estado.     

Nicolás Pappolla, sobreviviente e integrante de la organización “El Camino es Cultural” expresó «Creo que a veinte años de Cromañón lo más importante es que el Estado Nacional y el de la Ciudad escuchen de verdad a las víctimas, que nos pidan perdón y que eso se traduzca en hechos concretos».

“La tragedia tiene, como siempre, un entramado político-estatal-empresario que permitió que un local como Cromañón funcionara en la Ciudad como lo hacía esa noche con sus paupérrimas condiciones de seguridad, el sobregiro de capacidad, las más de 4 mil personas en un lugar para menos de la mitad, las salidas cerradas con candado, el agua cortada en los baños, las bengalas, la media sombra inflamable, las llamas y el humo tóxico, la falta de ventilación y de matafuegos, los 194 muertos y los más de 1400 heridos” (Pagina 12).  

No obstante, hubo sanciones ejemplificadoras como. por ejemplo, el juicio político a Aníbal Ibarra, jefe de Gobierno, y su destitución, el oportunista ascenso de Mauricio Macri, el rápido olvido de la causa por la gestión PRO, a la que recién nueve años después de la masacre pudieron arrancarle una primera ley de reparación provisoria que sólo este año se convirtió, en definitiva, aunque con limitaciones en su alcance. Los juicios: las discusiones internas por la responsabilidad de la banda Callejeros, primero la absolución y después las condenas en Casación a sus integrantes, y sobre todo la condena a 10 años de prisión para Omar Chabán, administrador del local y muerto en 2014 en cumplimiento de la condena, los 4 años y medio a Rafael Levy, dueño del lugar, los 8 años al subcomisario de la Federal, Carlos Díaz, por cohecho, y las condenas por incumplimiento de los deberes de tres funcionarios porteños: Gustavo Torres, Fabiana Fiszbin y Ana María Fernández. No alcanzó, porque con la desregulación insensata del libertarismo, esto puede volver a pasar.

Diciembre 2004, mes de tragedias  

Diciembre de 2004 fue un mes de dos tragedias, una fue Cromañón y la otra sucedió el 26 de diciembre cuando un terremoto y maremoto del océano Índico, conocido por la comunidad científica como el terremoto de Sumatra-Andamán. Un potente terremoto submarino que ocurrió a las 07:58:53, hora local (UTC+7), del domingo, 26 de diciembre de 2004 con epicentro en la costa de Banda Aceh (Indonesia). Dejó, según estimaciones iniciales, más de 275 000 muertos, sin contar a los millares de personas desaparecidas.

En Villa Gesell

Villa Gesell estuvo en los medios en relación a la tragedia de Cromañón. En enero de 2005 el denominado “efecto Cromañón” pegó fuerte en toda la costa atlántica. En Villa Gesell, fueron clausurados cuatro boliches bailables por no cumplir con las normas de seguridad. Es justo señalar que, como una excepción a la regla que dice que en el país todo está atado con alambres, en Villa Gesell la prevención en los boliches y en los recitales de rock venía discutiéndose desde septiembre del año pasado (2004) y el 20 de diciembre, diez días antes del desastre en el barrio de Once, el Concejo Deliberante local aprobó una ordenanza que endureció las normas. “Recuperamos la potestad para controlar este tipo de comercio y antes de la tragedia habían comenzado las inspecciones, que ahora, por supuesto, se intensificaron”, declaró a Página/12 el secretario de Gobierno, Ricardo Cemborain de la gestión del intendente Luis Baldo. Los boliches clausurados fueron Bocata, La Reina, La Luna y una parte de Kilometro 20.

“En algunos casos las salidas de emergencia no estaban señalizadas, o daban a patios ciegos o estaban en pisos altos y hasta que no solucionen esos problemas no podrán abrir», precisó el ex -jefe comunal Luis Baldo y explicó que “estos controles se enmarcan en la nueva ordenanza aprobada por el Concejo Deliberante local el 20 de diciembre último, que establecía las medidas de seguridad que debían tener los locales bailables: las salidas de emergencias, capacidad y medidas anti – siniestro, entre otras”. Fue una medida que se adelantó al siniestro y que Baldo se vanaglorió hasta hace poco tiempo, al resaltarlo como un acierto curricular.   

Ese año 2005 Villa Gesell se la jugó con una primera edición histórica, por el contexto, para el rock de Argentina: El Gesell rock, un evento de características masivas en un predio cerrado, pero al aire libre: el autocine. Fue un éxito total, arrasador, pero rechazado por la comunidad. Fueron tres ediciones consecutivas, luego con los años fue copiado y se estableció en Cosquín y fue rock, uno de los eventos que aún perdura, y que la comunidad geselina no supo capitalizar.   

 Ese mismo año, se realizó una muestra fotográfica dirigida a los jóvenes para tomar conciencia sobre las consecuencias de acciones irresponsables en recitales masivos, como el que se aproximaba. El evento tuvo lugar en el espcio que ocupa actualmente la heladería “Munchis” (104 y Av. 3). Fue muy concurrida por los pibes geselinos y turistas.           

Los 20 años de la tragedia marcan una reflexión para la sociedad argentina para evitar que se repita. El estado debe estar presente para controlar, si se lo deja al libre albedrio del mercado o del privado, algo malo va a pasar, porque ya pasó y sabemos que el mercado no se interesa en la vida de los pueblos pobres.

Fuentes: Pagina 12 de aquel 2004

Organización de sobrevivientes “Camino es Cultural

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Editor de imágenes Nico Russo – Gracias     

                          

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