Ese chico de anteojos redondos
El 8 de diciembre de 1980, John Ono Lennon era asesinado por Mark David Chaptman de 25 años y de esa forma privó a la humanidad de un talento musical incomparable y de una personalidad arrolladora
Pasaron 44 años de aquella fática noche del 8 de diciembre de 1980 en New York y millones de fans recuerdan con tristeza, con la angustia que se siente al perder a un ser muy querido. John Lennon marcó a generaciones de adolescentes, que atravesaron esas etapas en la que los sentimientos se arraigan para siempre. Será por eso que el que redacta esta crónica lo recuerda y el paso del tiempo no borra aquella imagen del chico de los anteojos redondos.
Hay un fenómeno extraño que rodea a los Beatles. En los extraordinarios años sesenta decían que John, Paul, George y Ringo tenían “ángel”, que, en realidad, significaba que esta banda tenía gracia, encanto, carisma o magnetismo. Eran especiales. Luego supimos que en realidad se trataba de cuatro jóvenes muy inteligentes que se encontraron, que la música los unió a la perfección, que eran ingleses y que nacieron en el momento justo en que la juventud, hijos de la post – guerra necesitaban liberar energía contenida por los bombardeos de la Luftwafe nazi sobre Liverpool, buscar nuevos desafíos, encontrarse y expresarse. Y ahí estuvieron los Beatles.
John Lennon fue el iniciador, el que tuvo la idea, la personalidad y el carácter para aglutinar a sus nuevos amigos. El primero en acercarse fue Paul MacCartney, quien trajo a George Harrison, quien tenía 15 años en esos años de formación de la banda. El último fue Richard Starkey (Ringo) que fue elegido por George Martin, el primer productor y arreglador de las canciones. Brian Epstein los descubrió en el Cavern Club, pero Martin tenía el oído que le dio el sonido Beatle. John fue el jefe de los “Fabulous four”, un fenómeno mundial, cuatro pibes que revolucionaron la música, la moda, las costumbres y la vida de los jóvenes de los sesenta y setenta. Detrás de esos talentos y excelentes cantantes hubo un inteligente aparato publicitario que abrió el camino la fama internacional.
Se casó en secreto con Cynthia Powell en Liverpool el 23 agosto de 1962. En la ceremonia los acompañaron los otros tres beatles, Paul. George y Ringo. No alcanzaban los 20 años y se conocian desde 1957. La fama de John ocultó a Cynthia, pero con el paso del tiempo esta dulce mujer, madre de su primer hijo, Julian, fue reconocida y venerada.
John fue polémico, era el que desafiaba a la sociedad, a la reina de Inglaterra y más tarde a la CIA norteamericana por su lucha pacifista, en contra de las guerras que alentaba el imperialismo norteamericano contra pueblos pobres y vulnerables como Vietnam. Lennon denuncio esos abusos y se opuso con campañas mundiales por la paz, que costeaba con su última esposa Yoko Ono.
Como compositor y cantante fue extraordinario. Con los Beatles nos dejó canciones que hoy tienen vigencia, melodías permanentes, verdaderas obras de arte del rock moderno. Lo imitaron en el mundo. Generó música y bandas nuevas, se convirtió en un modelo para cientos de músicos de todo el planeta.
En los setenta los cuatro Beatles tomaron rumbos diferentes. John fue el de las melodías inolvidables, canciones bellas interpretadas con esa voz tan armoniosa, como “Imagine” o “La mujer es el negro del mundo”, una poesía hecha canción que debemos reivindicar siempre, sobre todo en esta Argentina libertaria y misógina.
Aquel 8 de diciembre de 1980 Mark David Chapman lo espero durante 12 horas, frente al emblemático edificio “Dakota”, donde vivían John y Yoko. Cuando Lennon descendió de su limosina se dirigió a la entrada. “Míster Lennon”, dicen que gritó Chapman. Cuando el ídolo se dio vuelta, cinco disparos impactaron en distintas partes de su cuerpo. Una hora más tarde, después de que los médicos del Roosevelt Hospital, declararon su muerte, John era un mito.
Chapman se sentó en el cordón de la calle a esperar a la policía, nunca explicó los motivos de su decisión. Se le atribuye un fanatismo extremo hacia el cantante, hasta el punto de que se había mimetizado y era necesario que uno no esté más porque Lennon era él (Chapman). Pero eso es solo una teoría psicológica. Lo cierto y real era que John había muerto asesinado y cientos de miles de fans lo lloraban en el mundo. Hoy, 44 años después de aquello cualquiera que pasea por la puerta del Dakota, recuerda el hecho y se cruza la Central Park donde se encuentra el “Strawberry Field”, un memorial donde fueron esparcidas sus cenizas.
Hoy John sigue con sus melodías, con su locura, con sus repuestas anti -establisment como aquella de 1965 en EEUU “Somos más famosos que Jesús”, dijo y enardeció a los conservadores norteamericanos como el Ku Klux Kan que ordenaron a sus fieles quemar, en público, los discos de los Beatles.
El 5 y 6 de octubre pasado Paul MacCartney, con 82 años, brindó un recital de 3 horas en el estadio River Plate. Hubo dos momentos sublimes en el recital: cuando interpreto “Now and Them” un registro casero de John aportado por Yoko Ono a Paul para hacer la última canción de los Beatles. Ahí está la guitarra y la voz de George Harrison fallecido en noviembre de 2001 y los sobrevivientes Paul y Ringo ambos octogenarios.
El otro fue cuando la voz de Paul se une en “I ve Got a Feeling” con la imagen de un John de 30 años en la terraza de Abbey Road en 1969. El público delira sin control y se emociona hasta las lágrimas.
Ambas canciones nos proyectan la imagen de un John Lennon eterno, un mito presente, es el emblema de una generación de la que quedamos pocos, pero que jamás nadie podrá olvidar.