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Falleció Mauro Viale

Es una batalla ganada por el virus porque se llevó, en 48 horas, a un tipo que se cuidaba y predicaba obsesivamente el cuidado para evitar los contagios de COVID. Y Mauro se murió por COVID. Esta batalla la ganó el virus porque se murió un emblema de la comunicación contra el virus.

Estaba internado desde el sábado pasado en el Sanatorio “Los Arcos” afectado por coronavirus después de haberse vacunado el pasado jueves con la primera dosis. No tuvo tiempo para lograr la mínima inmunidad, el virus lo ataco rápidamente y fue virulento. El viernes comenzó con algunos síntomas, el sábado lo internaron en Terapia Intensiva. Estuvo una hora en la sala intermedia y este domingo por la tarde, falleció.

La muerte sorprendió al mundo de la comunicación, porque era una de las principales figuras de América TV. Un periodista con una vasta experiencia, reconocido, con algunos episodios de su pasado profesional polémicos y hasta simpáticos también. Un tipo que tenía empatía con el público.

Desde que había comenzado la pandemia Mauro predicó con insistencia los cuidados sanitarios, algunos comentarios sugerían que tenía miedo a enfermarse porque era consciente de que su edad era riesgosa. Tenía 73 años.

Igualmente, no dejo de trabajar, tuvo un tratamiento de la pandemia equilibrado y prudente. Su mensaje fue cuidarse mucho y evitar los contactos estrechos en grupos de personas. Practicaba el distanciamiento seguro y lo predicaba en la tele.

De manera tal que un hombre así, se contagie es difícil de entender. Preguntarse ¿Qué paso? ¿Cómo se contagió un hombre que se cuidaba tanto?

Esta muerte llega en el medio de una polémica entre el gobierno y la oposición y otros sectores comerciales que pretenden mayor apertura en el medio de contagios descontrolados.

Mauro Viale no quería morirse y se murió porque el virus circula por todos lados y cualquier persona puede ser un efector del contagio. La premisa de disminuir la circulación de las personas es para que deje de circular el virus.

Mauro se murió y su muerte debería tomarse como un punto de inflexión que sirva para darse cuenta que el virus está desatado y arrecia. Está en las personas, viaja con ellas y acecha en cualquier acto no pensado con anticipación y que la única protección es la distancia, el barbijo y no reunirse.

Es evidente que como integrantes de una sociedad compleja e incrédula cuesta aceptar que la pandemia impuso límites y la humanidad no acepta. Nos morimos, se mueren y parece no importar.

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