La anécdota del árbol caído que sobrevivió

En la esquina de Boulevard Norte esquina Calle 306 hay dos árboles que son especiales por la imagen que le presentan al entorno semi- natural del barrio. Uno es un pino añejo, que es dueño absoluto de la esquina Este sobre el boulevard y la calle 307. Es alto, muy arrogante y tiene una significativa inclinación hacia la acera de arena. El otro era un árbol joven, bello y de hijas perennes muy verdes todo el año.
La inclinación del pino es pronunciada, de tal forma que los vehículos deben detenerse para dejarle paso al que viene de la mano contraria ya que el techo del rodado podría tocar el tronco del árbol. Su altura y el noble porte de su tronco lo convierte en un árbol grande, uno de los últimos pinos grandes que soporta en pie el acoso de las motosierras, los choques y las furiosas tormentas geselinas.
Pero ahora, la esquina tiene otra anécdota para contarle al barrio y a la sociedad geselina. Es una demostración que alienta alguna esperanza en la raza humana y nos hace pensar que no todo está perdido.
El domingo 11 de abril en el medio de un temporal de viento y lluvia el arbolito, joven, bello y con sus hojas perennes y verdes cedió a las fuertes ráfagas y cayó sobre la calle e interrumpió el transito que circulaba por Boulevard Norte. En ese momento era intensamente transitado por los bomberos, la policía, ambulancias y los camiones de la Cooperativa Eléctrica que intentaba restituir el servicio eléctrico a la población.
Hubo vecinos que lamentaron la caída del árbol porque era una especie joven y que podría convertirse en un gran árbol, grande, poderoso como el “inclinado” pino que está en la vereda de enfrente.
Los vecinos comunicaron la novedad y en poco tiempo los bomberos llegaron con las motosierras y aquel arbolito joven y bello quedó desparramado en trozos grandes y medianos en la calle de arena que lo vio crecer durante años. Horas después sirvió para la rapiña de los buscadores de leña y los enamorados de las motosierras.
El 20 de abril un equipo de operarios del Corralón Municipal que levantaba los restos de poda y los que había dejado la tormenta, llegó hasta la mencionada esquina del Boulevard y Calle 306. Allí levantaron los restos que quedaron del árbol. Los bomberos dejaron la base del tronco con las raíces todavía húmedas que se levantaron de la tierra que las protegía. Omar, el conductor de la pala cargadora, que debía levantar el tronco, se bajó para observar de cerca los restos. Pudo ver que las raíces estaban en buena forma, el tronco cortado dejaba ver una rama nueva, bien verde, era un brote poderoso que seguía con vida. La humedad del ambiente lo mantuvo vital, el sol también colaboró y el buen clima de abril hizo el resto.
Omar la pensó, miro varias veces al árbol caído y tomó una decisión. No extrajo el tronco de la tierra, sino que lo volvió a plantar y realizó un prolijo y minucioso trabajo con la misma pala de la máquina para cubrirlo y dejarlo totalmente cubierto de tierra y arena.
Hoy el arbolito herido y mutilado está en pie en la esquina de Boulevard Norte y Calle 307 para que todos lo miren y aprendan y crean en los actos de las personas en favor de la naturaleza. Podrá crecer o morirse, pero logró hacer que Omar pensara de otra forma y lo rescatara del basural o de alguna salamandra. El bosque entero debe estar muy agradecido a este operario por su ilustre gesto.
El tema de los árboles en Villa Gesell es un tema largo y difícil de entender y de explicar. La ciudad no tiene bosques naturales, todo fue plantado por los que vivimos aquí desde la década del 30. El bosque es pequeño y limitado. Los depredadores de la motosierra están al acecho y son capaces de actos injustificables en nombre del hambre de la familia y los chicos. Con la llegada delo otoño primero y el invierno después aparecen los podadores con licencia municipal para podar y otros que son avezados y tienen una motosierra. A estos nada les importa.
Hay en esta gente cierto placer producido por la descarga de adrenalina al cortar un árbol y cuanto más alto y grande mejor. Cobran sumas importantes para cortar un árbol de gran porte. Deslegitiman el valor de la poda controlada que puede evitar que una ráfaga haga caer un árbol. Entre los depredadores, los buscadores de leña, los incendios, las tormentas y los vientos, Villa Gesell corre serio peligro de quedarse sin el bosque, que es una de las atracciones que distingue a Villa Gesell del resto de las ciudades costeras. Es hora de una toma de conciencia colectiva, si les interesa, de lo contrario “vamo a bailar…”