Julio CarabajalP. Villa GesellSociedad

Recuerdos y sensaciones de una noche larga y muy oscura que duró siete años

Era miércoles, estaba nublado, no muy fresco. A media mañana, en la Plaza de Mayo, un grupo no muy numeroso de personas vitoreaba con banderas argentinas frente a la Casa Rosada. Saludaban que los militares habían ocupado, nuevamente, el poder de la Argentina. Festejaban el golpe militar y sonreían. Era el 24 de marzo de 1976.    

Era otra incursión militar sobre la democracia argentina que se llevaba a cabo en un país acostumbrado a que los generales tuvieran vocación de ser presidentes y para satisfacer ese deseo, promovían golpes militares. Se consagraban presidentes de facto, sometían al pueblo que debían defender.   

El que suscribe estas palabras tenia 21 años en 1976, llevaba en mis espaldas 13 meses del Servicio Militar y habían postergado la baja del servicio, porque “podía pasar algo malo en el país”, me advirtieron mis jefes militares a los que desprecie durante esos trece meses.    

La madrugada del 24 de marzo de 1976, hace hoy 46 años, pasadas la 1 de la mañana la presidente de la Nación, María Estela Martínez de Perón fue “invitada” a ascender a un enorme helicóptero identificado con la sigla H-02, el mismo que trasladó al ex – presidente De La Rúa, para ser trasladada a la Quinta de Olivos. Lo que desconocía la mandataria era que le mintieron y la nave aterrizó en el Aeroparque. La dama estaba acompañada por dos personas, su secretario privado, Julio González, y el jefe de la custodia Rafael Luissi.

Después de aterrizar, se le acercaron el brigadier, Basilio Lami Dozo, el general José Villarreal, y el contraalmirante Pedro Santamaría. Villarreal fue el que hablo para decir: “señora, está arrestada”.

A las tres de la mañana los militares que la custodiaban la embarcan en el avión presidencial rumbo a Bariloche para ser alojada en la residencia “El Messidor”

El golpe más brutal y trágico que vivió nuestro país se había consumando sin resistencia de nadie. La guerrilla había sido derrotada y estaba en un desbande desorganizado, el ejercito era mayoritariamente golpista, salvo algunos militares que se negaron y decidieron retirarse y el pueblo estaba desarmado e indefenso y también había colaboracionistas que se alegraron con el golpe.   

En ese momento comenzó la noche mas larga para la Argentina.

Las pesadillas diarias

El 31 de marzo me dieron la baja militar y me reintegre a la vida civil. Era   una vida custodiada, vigilada, con tanquetas en diferentes puntos de la ciudad y operativos militares en las esquinas, en los bares, en la facultad y en viviendas. El pueblo no tenía conciencia del significado de este golpe. Pensaba que todo volvería a la normalidad en pocos días. Que era otro golpe que llegaba para organizar el caos con que se manejaba el gobierno peronista.   No fue así. La vida de los argentinos cambió mucho y para siempre. Ya nada seria lo mismo.

Los operativos y las persecuciones no cesaron. Los secuestros se hicieron consuetudinarios, las balas de los FAL comenzaron a decorar las paredes de viviendas precarias en los barrios del oeste y en ciudades como la Plata, Mar del Plata y Córdoba. Comenzaron las desapariciones de niños y mujeres embarazadas, de madres y de jóvenes. Se los llevaron a todos. A los que habían militado en la izquierda o en el peronismo, a sus familiares, a los amigos, a los que miraban y a los desinteresados.

La tortura, las vejaciones de mujeres, los fusilamientos, los vuelos de la muerte y las fosas comunes eran temas en las charlas de los que teníamos miedo, pero no nos quedaba otra salida que enfrentar la vida diaria. Así vivimos tres años intensos. Hasta 1979 fue el apogeo de los grupos de tareas y el terror reinaba en las calles y circulaba en los temibles “Falcón verdes”. Fue una pesadilla que no se olvida aún.

Secuestrado y torturado

Fui secuestrado por un grupo de Tareas de la Policía bonaerense y el ejército el 3 de diciembre de 1977.  Estuve detenido en un campo de detenidos -desparecidos “El Banco” en Camino de Cintura y autopista Richieri. Conocí la tortura y el odio. La impotencia y el dolor porque estaba “tabicado” y atado de pies y manos. Fue una gestión del PC argentino que había acordado con la cúpula militar proteger a sus militantes y dirigentes. Me liberaron el viernes 23 de diciembre de 1977 a las 2 de la madrugada en Avenida Gral. Paz y Emilio Mitre. No me olvido de las paredes del horror, ni de los mensajes escritos en esos muros con las uñas de otros detenidos que no volvieron.             

En los comienzos de 1980 la “milicada” bajo un poco los decibeles de la persecución. Comenzamos a reunirnos y a enfrentar la calle con ansias de libertad. Los operativos continuaban y había que ser hábil e inteligente para evitar ser trasladado a una dependencia militar. Sin libertad y con miedo llegamos al 30 de marzo de 1982. Ese día se realizó la primer gran marcha contra la dictadura organizada por la CGT. Fue masiva y cruelmente reprimida. Hubo miles de detenidos. Yo pude salvarme porque a esa edad era un corredor muy rápido y conocía los movimientos de los represores.   

Malvinas y un final sin dignidad  

El 2 de abril el presidente de facto, el teniente general Leopoldo Fortunato     Galtieri pone en marcha una operación militar en las Islas Malvinas, las recupera y le presenta batalla al mejor ejercito del mundo. El pueblo que había sido reprimido dos días antes salió a las calles y colmó la Plaza de Mayo con un Galtieri exultante en el mismo balcón donde Perón arengaba a las masas.

En el campo de batalla se vieron los verdaderos valientes. Aquellos que habían integrado los grupos de tareas para secuestrar y asesinar a personas indefensas, se rendieron sin disparar sus fusiles ante los soldados ingleses. Eran cobardes y lo demostraron.

La guerra se perdió, dejo cientos de muertos, los militares abandonaron el poder, huyeron, dejaron la Casa Rosada vacía y sin custodia. Se podía haber tomado el poder y consagrar un gobierno del pueblo. Doy fe porque estuve ahí.

Pero la Multipartidaria intervino acordó una salida democrática con los militares derrotados. El general Cristino Nicolaídes fue presidente por cuatro días. Le siguió el general (R) Reynaldo Benito Bignone, quien convocó a las elecciones que ganó Raúl Alfonsín.

Fueron siete años en que vivimos en peligro, mataron al pueblo, nos torturaron, se llevaron a los pibes. Tengo 67 años y no me olvido porque sufrí en el cuerpo el dolor de la tortura y en el alma la falta de libertad. Pasamos por esa atrocidad y deberíamos estar mejor, nos merecemos vivir mejor, pero estamos así. No aprendimos o nos faltó tener más hombría para llegar a ese objetivo de ser un país consolidado, que todavía se nos niega. Deseamos vivir en una tierra sana, libre y floreciente. Son ellos los que están en deuda con el pueblo que loe elige en cada elección.     

Pinturas de Antonio Berni 1980 

                                 

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